Acelerar... ¿Hacia dónde Eric? Una reflexión crítica sobre el cierre de "El Método Lean Startup"
Tras leer el tercer y último bloque de El Método Lean Startup, titulado “Acelerar”, me encontré no con un broche de oro, sino con un ejemplo claro de lo que, en mi opinión, es una obra de escasa o, cuanto menos, dudosa aportación real al mundo del emprendimiento.
Este bloque insiste en la necesidad de reducir el tiempo del ciclo Construir–Medir–Aprender, trabajar con lotes pequeños, desarrollar plataformas adaptativas y fomentar una cultura de innovación constante, incluso dentro de grandes corporaciones. En apariencia, todo esto suena razonable. Pero si uno profundiza en lo que se propone, no hay nada nuevo ni motivador que invite a la acción o a la reflexión estratégica.
No me ha inspirado. No me ha provocado ganas de investigar, de descubrir, de emprender. Es, sencillamente, un discurso repetido con el mismo entusiasmo con el que se leería una guía telefónica de hace diez años: con buena maquetación, cierto orden y absolutamente ninguna emoción.
Más allá del brillante envoltorio editorial y del marketing magistral que lo ha convertido en una “lectura de referencia”, lo que aquí se presenta no es una interpretación seria ni profunda de la filosofía Lean Manufacturing, de la cual toma su nombre. Y esto me parece grave, porque lleva a muchos lectores —emprendedores con ilusión— a pensar que están explorando una metodología sólida, cuando en realidad están caminando por la superficie de algo mucho más rico.
¿Qué es Lean Manufacturing y por qué esto no lo representa?
Para contextualizar y que cada lector saque sus propias conclusiones, conviene recordar qué es realmente el Lean Manufacturing:
Lean Manufacturing es una filosofía de gestión nacida en Toyota, que busca la mejora continua mediante la eliminación sistemática del desperdicio (tiempo, recursos, procesos) para maximizar el valor entregado al cliente.
Esta filosofía parte de valores profundamente arraigados: respeto por las personas, mejora continua (kaizen), pensamiento sistémico, y toma de decisiones basada en el largo plazo. No es una excusa para lanzar productos deprisa, sino una cultura de aprendizaje, eficiencia y propósito.
Y sin embargo, en El Método Lean Startup, esa esencia parece haberse diluido hasta quedarse en un eslogan. A lo largo del libro, y especialmente en su último tramo, no se explora ni se honra la profundidad de la filosofía lean. En su lugar, se ofrece una fórmula más cercana a la autoayuda metodológica que a la estrategia empresarial seria.
¿Y todo el ecosistema digital creado a su alrededor?
Hoy existen decenas —si no cientos— de sitios web que orbitan en torno al concepto Lean Startup. Pero, al recorrerlos, uno no puede evitar preguntarse:
¿Qué aportan realmente? ¿Qué ideas nuevas se están explorando? ¿Qué profundidad hay detrás de los consejos que repiten incansablemente como mantras?
La respuesta, honestamente, es muy poca. Son inspiraciones ligeras tomadas de metodologías ágiles, convertidas en plantillas que poco o nada ayudan a quien realmente quiere emprender con visión, con convicción y con fundamento.
Mi decepción (y mi propuesta)
Este libro me ha defraudado, no porque esperara una fórmula mágica, sino porque esperaba una reflexión honesta sobre lo que implica crear valor, tomar riesgos, resolver problemas reales y construir algo con sentido. Lejos de eso, encontré superficialidad metodológica envuelta en buenas intenciones editoriales.
Y lo más grave es que este tipo de obras pueden hacer más daño que bien a quienes, como yo, se plantean seriamente emprender. Ofrecen una ilusión de estructura, sin el rigor de la estrategia ni la profundidad de la experiencia.
Por eso, si estás pensando en dar ese paso hacia el emprendimiento, te animo a leer otros libros que sí remueven la conciencia, despiertan la imaginación y empujan a la acción con inteligencia. Dos de ellos, que ya he comentado en este blog, son:
Enamórate del problema, no de la solución – Uri Levine
Buena Estrategia / Mala Estrategia – Richard P. Rumelt
Ambos ofrecen una visión profunda, realista y humana del mundo empresarial. No venden fórmulas, provocan pensamiento. No prometen éxito rápido, exigen reflexión. Y lo más importante: te devuelven el propósito, esa chispa que convierte una idea en un proyecto y un proyecto en una pasión.
“Las buenas ideas no necesitan presentación ruidosa. Solo necesitan tiempo, verdad y propósito.”
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