Cómo construir relaciones estratégicas con perfiles de poder (sin dejar de ser tú)

En el anterior post (Ley Nº 3 No discrepes nunca) hablábamos de lo difícil que puede ser discrepar con quienes ostentan el poder en un proyecto o en una organización. Ahora, quiero detenerme en el otro lado de esa moneda: ¿cómo se construyen relaciones estratégicas con esos perfiles? ¿Cómo se gana influencia sin confrontación? ¿Cómo se crea respeto mutuo cuando el poder no está en nuestras manos?

Es un terreno de aprendizaje fascinante, y a la vez lleno de matices. No se trata de agradar, ni de buscar aprobación; tampoco de ceder o disfrazarse. Se trata de construir puentes sólidos desde la autenticidad, desde la competencia y, sobre todo, desde una comprensión profunda de los códigos del poder y de la psicología que lo acompaña.

Aquí comparto algunas ideas que he ido aprendiendo —y sigo aprendiendo— con los años, algunas por reflexión, otras por contraste con mis propios errores.


1. El poder no siempre quiere tener razón, pero necesita no ser expuesto

Una de las claves más importantes es entender que el poder rara vez tolera sentirse desacreditado en público. No porque siempre busque imponer su visión, sino porque su posición suele estar sostenida por una red de percepciones, jerarquías y expectativas que lo obligan a mantener una imagen de seguridad.

Sugerencia: Discrepar no es enemigo del respeto. Hazlo en el momento adecuado, con el tono adecuado, y con un enfoque de colaboración real.


2. El poder valora la competencia más que la complacencia

Los perfiles de poder respetan mucho más a quien sabe lo que hace que a quien siempre dice que sí. La clave está en demostrar tu valor sin arrogancia. Cuando quien manda detecta que tú puedes aportar claridad donde hay ruido, te ve como un aliado estratégico.

Sugerencia: Muestra tu pericia sin elevar tu ego. Que tu autoridad se exprese en resultados, no en imposiciones.


3. Haz que tu causa se entienda como una causa compartida

El mayor punto de conexión con alguien en posición de poder es el interés común, no el pulso. Convertir tu propuesta en un modo de proteger sus objetivos —mejorando el camino hacia ellos— es más eficaz que presentar tu visión como una alternativa.

Sugerencia: Habla desde el beneficio colectivo. No como oposición, sino como optimización.


4. No temas al poder, estúdialo

Observar sin prejuicio. Escuchar sin rendirse. El poder tiene fisuras, miedos, zonas ciegas. Entenderlas puede abrir caminos inesperados.

Sugerencia: Aprende a hacer “lectura de sala”. Mira más allá del cargo: observa el lenguaje corporal, los gestos, las microexpresiones. Ahí suele estar la verdad no dicha.


5. Tu verdadero poder: la coherencia

Hay algo más fuerte que el rango: la coherencia entre lo que dices, lo que haces y lo que eres. La influencia real no se impone, se construye desde esa alineación. Cuando eres coherente, puedes mirar a cualquier persona a los ojos sin necesidad de imponerte.


Reflexión personal: radiografiar sin perder humanidad

Si algo he aprendido tras años de liderar proyectos complejos es que, cuando entras en una sala, puedes saber en pocos minutos si eres respetado o no. Hay algo casi instintivo que te revela si estás ahí como una figura clave o como un peón más.

Y aunque cada proyecto es un mundo, hay algo que se repite con frecuencia: el olvido sistemático del factor humano por parte de quienes ostentan el poder. Me he encontrado —demasiadas veces— con altos cargos que toman decisiones sin considerar vacaciones, sin medir el desgaste de sus exigencias, sin importarles las consecuencias de la rotación de equipos. Personas brillantes en lo técnico, pero ciegas en lo emocional.

Eso me ha llevado a desarrollar una habilidad (no infalible, pero afinada con los años): la de hacer una rápida radiografía del entorno. Ver quién está contigo, quién no tanto, y qué palancas puedes utilizar para reconducir el proyecto sin traicionar tu sentido de la coherencia.

Sé que ese ejercicio es arriesgado. Los prejuicios pueden deformar la realidad si no se manejan con cuidado. Pero en la consultoría —y más aún en la gestión de proyectos de alta complejidad— no hacerlo es ir a ciegas. Y cuando te hacen responsable de entregar, de liderar, de sostener, no puedes permitirte mirar hacia otro lado.

He acertado y me he equivocado. Pero nunca me he sentido cómodo en la negociación con quienes no respetaban a las personas que hacían posible el proyecto. Y si algo puedo dejar como reflexión, es esta: construir influencia con poder no es someterse, es navegar el juego sin perder el centro. Sin dejar cadáveres en el camino. Sin olvidar que liderar también es cuidar.


“En un mundo de poder, lo humano sigue siendo lo más estratégico.”

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