No estás solo en tus pensamientos

Hay libros que te impactan con fuerza, no por decir cosas nuevas, sino por expresar con claridad eso que tú ya habías sentido, pensado o incluso practicado… pero que nadie antes había articulado con tanta verdad. “Diario de un CEO” de Steven Bartlett es uno de ellos. Su lectura, lejos de ser una guía superficial de consejos ejecutivos, me ha parecido un espejo donde ciertas ideas han calado profundamente con mi forma de ver el trabajo, el esfuerzo, y el crecimiento. Hoy comparto contigo tres de sus 33 leyes o consejos que me han interpelado con especial intensidad.


Ley 23: No seas un avestruz

Idea clave del capítulo:
No hay crecimiento sin honestidad radical. Lo que ignoramos, nos controla. Lo que enfrentamos, nos transforma.

Hay algo que nunca he logrado entender del todo: ¿por qué algunas personas viven tan cómodamente instaladas en la estrategia de ignorar los problemas? ¿Qué lógica emocional hace sostenible ese autoengaño prolongado?

Desde que tengo uso de razón, he sentido que vivir implica estar alerta. No con paranoia, sino con responsabilidad y previsión. Siempre he creído que uno no debe obsesionarse con resolver problemas, sino trabajar inteligentemente para evitarlos desde el diseño, la preparación, la visión anticipada. En mi profesión, la de consultor tecnológico financiero, esta visión me ha marcado: no quiero ser un apagafuegos carismático ni el “oráculo” de las soluciones. Quiero ser el arquitecto del contexto donde los problemas, si llegan, sean digestibles, atacables y solventables.

Eso sí, la recompensa por ese trabajo silencioso, por evitar problemas antes de que nazcan, no suele venir en forma de reconocimiento. Salvo excepciones, los méritos invisibles pasan desapercibidos. Por eso valoro tanto haber coincidido en algunos proyectos con profesionales realmente expertos, personas que sí supieron ver el valor de esa anticipación estructural. Esos momentos son mi "Eureka", porque demuestran que uno no está loco por buscar la excelencia desde la raíz.

No puedo evitar —y lo confieso sin rencor, pero con sinceridad— mirar con cierto desdén a esos perfiles pasivos que se aferran a sus rutinas y evitan tomar decisiones difíciles. Me exaspera ver cómo a veces son premiados por sobrevivir sin aportar ni enfrentarse al riesgo. Para mí, esos comportamientos no son inofensivos; son una traición a la idea de progreso, porque no construyen, no aprenden, no enseñan nada a nadie. Yo no quiero formar parte de ese engranaje burocrático que premia la invisibilidad. Prefiero equivocarme con coraje, que acertar por omisión.


Ley 27: La ecuación de la disciplina

Idea clave del capítulo:
La disciplina no es cuestión de fuerza de voluntad, sino de diseño de contexto y claridad de propósito.

Este capítulo me pareció brillante. La forma en que Bartlett descompone la disciplina en su famosa ecuación —Disciplina = Claridad + Motivación - Fricción— me parece no solo elegante, sino profundamente funcional. Pero, con tu permiso Steven, añadiré algo más a tu fórmula: la fricción también puede ser combustible (tal y como apuntas tambien en la Ley 14: "La Fricción puede crear valor").

Porque esa fricción que a veces nos resta energía, también nos pone a prueba. Nos obliga a cuestionar la claridad de nuestros objetivos, a reformular estrategias, a innovar. La fricción afila el ingenio, y en muchos casos, es el punto de inflexión que transforma una buena idea en una gran idea.

He sido una persona poco disciplinada en mis primeros años de formación académica. Me aburría con facilidad, me perdía en mis mundos internos. Pero algo hizo clic cuando descubrí el deporte competitivo: allí comprendí que la disciplina no es un sacrificio, sino una herramienta de poder. En el deporte —como en el trading o la tecnología financiera— la claridad de propósito lo es todo: sabes lo que quieres, trazas un plan, fallas muchas veces... y aun así vuelves, porque te mueve algo más profundo que el resultado.

Esa convicción me acompaña hoy en todas las facetas de mi vida. Porque la disciplina, si se ancla a lo que te motiva de verdad, fluye con una naturalidad pasmosa. No se trata de forzarse. Se trata de conectar con eso que te quema por dentro y que te pide ir más allá.


Ley 31: Utiliza el poder del progreso

Idea clave del capítulo:
No necesitas estar en la cima para sentirte realizado; basta con saber que hoy estás más cerca que ayer.

Este capítulo no lo leí, lo viví. Y me emocionó. Porque es el tipo de idea que te reafirma cuando el entorno no lo hace. A lo largo de mi trayectoria, he vivido momentos en los que no alcancé los objetivos que me propuse. Algunos estaban muy cerca; otros, más lejos. Pero en todos esos procesos, lo que quedó fue algo mucho más valioso: el yo en el que me convertí mientras lo intentaba.

Cada intento de mejora ha dejado cicatrices, pero también fortalezas. Habilidades nuevas, formas de pensar más refinadas, intuiciones más certeras. Por eso, cuando Bartlett habla del poder del progreso como combustible emocional, siento que me habla directamente. Porque yo ya aprendí a valorar el camino.

No se trata de conformismo, sino de reconocimiento lúcido. No hay premio mayor que ser consciente de cuánto has evolucionado. En mi caso, esa consciencia ha sido tan poderosa como cualquier logro tangible. Me ha ayudado a confiar más en mí, a identificar mi intuición como aliada, y a fortalecer una visión estratégica del mundo empresarial y personal. Este capítulo fue, para mí, un abrazo: “no estás solo en tus pensamientos, amigo”, me decía entre líneas. “Hay otros que también han sentido que progresar es crecer, incluso sin medallas al final”.


Interpretación personal de estas 3 Leyes

Si tuviera que resumir esta experiencia lectora, diría que estos tres capítulos —como destellos dispersos— han iluminado pilares profundos de mi manera de ser: la obsesión por anticiparme a los problemas, la confianza en la disciplina como herramienta de liberación, y la certeza de que progresar, incluso sin resultados espectaculares, es una forma superior de vivir.

En un mundo que premia lo visible, lo inmediato y lo espectacular, Bartlett recuerda que hay belleza —y poder— en lo invisible, en tus convicciones, en lo que se construye en silencio. He disfrutado mucho al leer algo tan afin a mi forma de sentir. Me reafirmo en que pensar así no es raro... es simplemente honesto.

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