Blockchain Vs Regulación
Blockchain como contravalor: ¿realmente necesita regulación?
Reflexiones sobre el sexto principio de “La revolución blockchain” (Don y Alex Tapscott)
Cuando uno se adentra en los siete principios esenciales de la economía blockchain, tal como los presentan Don y Alex Tapscott en su segundo capítulo, encuentra una propuesta ambiciosa, casi utópica: una economía basada en la confianza programada, la descentralización, la inclusión, la integridad.
Pero hay uno de esos principios que me ha despertado especial atención, no solo por lo que plantea directamente, sino por lo que deja entrever. Me refiero al sexto: “derechos preservados”. Y en concreto, a su vínculo con uno de los avances más trascendentales que ha traído esta tecnología: el contrato inteligente.
El contrato inteligente: automatizar la confianza
Un contrato inteligente no es otra cosa que un programa informático que se ejecuta automáticamente cuando se cumplen ciertas condiciones previamente definidas. No depende de interpretación. No necesita intervención externa. No se negocia a posteriori. Se cumple o no se cumple. Y punto.
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Imagina alquilar un apartamento por blockchain: cuando pagas, recibes acceso automáticamente.
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Imagina pagar regalías de forma automática a un creador cada vez que se revende una obra digital.
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Imagina una cadena de suministro donde cada entrega genera por sí sola un movimiento financiero.
Esto no es futuro, ya está ocurriendo. Y lo más poderoso: no hay un árbitro externo. No hay una autoridad que diga si el contrato vale o no. Porque está diseñado para valerse por sí mismo.
El contrato inteligente no solo preserva derechos: los automatiza y los protege con una lógica implacable.
¿Y entonces, por qué regular algo que ya se autorregula?
Esta es la gran pregunta. Uno de los elementos que más ha fortalecido a la blockchain es que nació sin permiso, sin supervisión, sin apellidos institucionales. Fue una respuesta espontánea —y poderosa— a los fallos del sistema tradicional.
Es decir, la blockchain emerge como un contravalor:
Un código que pone orden donde antes había manipulación,
Un diseño que corrige lo que los reguladores no pudieron o no supieron corregir,
Una forma pura de mercado que se autorregula con incentivos en lugar de sanciones.
Por eso, sorprende (e inquieta) ver cómo la narrativa actual empieza a girar hacia una obsesión por la regulación. Es legítimo plantearse:
¿Cómo es posible que lo que ha demostrado ser funcional, útil, seguro y distribuido… se vea ahora en riesgo por una necesidad compulsiva de ser supervisado?
El reto real: acceso global, no control local
Sí, la blockchain tiene grandes retos. Pero en mi opinión, no están en la falta de control, sino en la falta de acceso.
El verdadero desafío es:
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Cómo llevar esta tecnología a regiones marginadas
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Cómo hacerla comprensible para quienes no dominan la tecnología
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Cómo garantizar que sus beneficios no queden en manos de unos pocos
Ahí es donde hay que enfocar la energía. No en legislar lo que el propio diseño ya regula mejor que muchos organismos, sino en facilitar, educar, expandir.
“Regular la blockchain es, en cierto modo, como querer dar clases a quien ya resolvió el problema con una solución más elegante.”
En conclusión
La blockchain, en su esencia más pura, no es una amenaza al sistema. Es su respuesta. Una corrección desde el mercado a los fallos estructurales del propio mercado. Y eso es, desde todo punto de vista, poesía.
Regulemos con cabeza, sí. Pero reconozcamos también cuándo el profesor es el código. Y el alumno, tal vez, el viejo sistema.
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