Disrupción y concentración
Cuando tu causa interior se convierte en estrategia
Hay momentos en los que leemos dos libros distintos, de autores con visiones aparentemente separadas, y sin embargo sentimos que sus ideas se conectan dentro de nosotros de forma inesperada y poderosa. Eso me ha ocurrido al enlazar el capítulo “Abraza la disrupción” del libro Enamórate del problema, no de la solución, de Uri Levine, con el capítulo “Descubrir el poder” del libro Buena Estrategia / Mala Estrategia, de Richard P. Rumelt.
Ambos comparten una verdad profunda, aunque la aborden desde perspectivas diferentes: las grandes transformaciones, personales o profesionales, no nacen de la ambición vacía ni del deseo de destacar, sino del descubrimiento de una causa interna que te enfoca, te empuja y te transforma.
Uri Levine nos anima a abrazar la disrupción, a desafiar el statu quo con valentía y pasión, poniendo el foco en resolver problemas reales que afectan a las personas. Pero lo interesante es que, cuando esa disrupción nace de una creencia personal honesta, deja de sentirse como una provocación al sistema y empieza a vivirse como una forma natural de estar en el mundo. Para el observador externo puede parecer rebeldía; para quien lo vive desde dentro, es simplemente coherencia.
Aquí es donde las ideas de Richard Rumelt sobre la concentración estratégica y el empoderamiento personal encajan perfectamente. Rumelt nos recuerda que una buena estrategia no nace de querer hacerlo todo, sino de saber enfocar tu energía en el lugar exacto donde puedes generar el mayor impacto. Esa concentración no solo es táctica: también es emocional, casi espiritual. Es un estado de alineación profunda con lo que uno cree, lo que uno quiere aportar y lo que uno está dispuesto a sostener con determinación.
Cuando ese enfoque interior se conecta con un problema real en el mundo, el resultado es la acción transformadora. Y eso, precisamente, es lo que Levine describe como verdadera disrupción. No es la rebeldía vacía. Es la consecuencia lógica de una causa interior bien definida.
Si hay algo inspirador en este encuentro de ideas es que ambos autores, desde sus respectivos ángulos, apuntan a lo mismo: que nuestras acciones más poderosas son aquellas que nacen de un propósito claro, profundamente sentido, y mantenido con una energía que no necesita justificarse ante nadie. Es entonces cuando dejamos de imitar modelos ajenos para empezar a construir caminos propios. Caminos que pueden incomodar al principio, que pueden parecer extraños o atrevidos a ojos de los demás, pero que tienen la capacidad de aportar valor, de cuestionar lo establecido, y de cambiar las cosas para mejor.
En ese sentido, la verdadera disrupción no empieza en el mercado, empieza en ti. Cuando encuentras ese problema que te indigna, que te motiva, que te conecta con los demás y te pide actuar… ahí está la palanca. El resto —la estrategia, el modelo, el producto— vendrá después.
“No se trata de ser disruptivo por estrategia, sino de ser fiel a una causa tan verdadera que el cambio se vuelve inevitable.”
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